Hay noches que te sacan de la rutina, te estrujan el alma y te devuelven al presente con una sonrisa en la cara. Ayer, Little Jesus firmó una de esas noches memorables en el Palacio de los Deportes, donde presentó su más reciente álbum El Show Debe Continuar y, de paso, nos recordó por qué sigue siendo una de las bandas más queridas y consistentes de la escena nacional.

Desde temprano, el Domo de Cobre se sentía diferente. Había algo en el aire: un zumbido colectivo de emoción, camisetas con frases de canciones, fans de todas las edades y muchas ganas de cantar. La banda capitalina salió a darlo todo, abriendo con "Tierra llamando a Sant", y desde el primer acorde quedó claro que esta no iba a ser una noche cualquiera.

El show fue largo, con 29 canciones en total, pero ni por un segundo se sintió pesado. Todo lo contrario: fue una montaña rusa emocional que pasó por la euforia, la ternura, la nostalgia, el sudor y la euforia otra vez.

Lo que hizo especial este concierto no fue solo el repertorio (que estuvo impecable), sino la manera en que cada tema fue interpretado con una entrega que se sintió auténtica, cercana, casi íntima, a pesar del tamaño del lugar. Y claro, los invitados hicieron de la velada una verdadera celebración colectiva.

Daniela Spalla le puso dulzura y elegancia a “Fuera de Lugar”, mientras Macario Martínez se echó un clavado al pasado en “Los años maravillosos”. Jesse Báez inyectó groove y flow en “Volver al futuro”, y Paloma Morphy brilló con luz propia en dos momentos clave: “Norte” y más adelante en una versión inolvidable de “La luna”, donde una bola disco descendió sobre el público, iluminando el recinto como si estuviéramos todos en medio de una pista de baile setentera. Increíble.

Arath Herce sumó drama a “El show debe continuar”, Jimena González nos llevó por un viaje con “Cabras”, y Ximena Sariñana hizo lo que mejor sabe en “TQM”: conectar desde el corazón. Para cerrar, “Copa del Mundo” reunió a todos los invitados en el escenario, en una explosión de alegría colectiva que hizo temblar las gradas.

Fue un concierto largo, sí, pero cada minuto valió la pena. Hubo momentos para cantar con los ojos cerrados, para saltar con el alma abierta, para abrazar al de al lado y para agradecer que todavía existan shows como este: honestos, bien producidos y profundamente humanos.

Little Jesus no solo cumplió sino ganó. Se ganó al Palacio, se ganó a su gente, y se ganó un lugar eterno en la memoria de quienes estuvimos ahí. Y sí, como ellos dijeron: El Show Debe Continuar. Y mientras así lo hagan, ahí estaremos.