Ghost se presentó en el Palacio de los Deportes
15:06Ghost convierte el Palacio de los Deportes en su catedral del caos y se redime tras la ‘venganza de Moctezuma’.
Después de la sorpresiva cancelación de su primer show debido a una intoxicación alimentaria por parte de Tobias Forge quien, con su característico humor negro, la atribuyó a ‘la venganza de Moctezuma’, Ghost regresó al Palacio de los Deportes con sed de redención. Y no sólo la consiguió, sino que ofreció una misa pagana de alto voltaje que superó las expectativas, reafirmando su estatus como uno de los actos en vivo más imponentes de la escena rock-metal actual.
Desde los primeros compases de ‘Peacefield’, el ambiente se transformó. El público, ávido tras la espera, se entregó sin reservas en un espectáculo que mezcló teatralidad, precisión musical y una puesta en escena al nivel de las grandes producciones internacionales. El uso restringido de celulares, una decisión inusual pero acertada, permitió una conexión directa y visceral entre los asistentes y la banda. Por una noche, el Domo de Cobre fue un espacio libre de pantallas, pero lleno de emociones tangibles.
El espectáculo se desplegó como un ritual dividido en actos, con múltiples escenarios móviles, telones teatrales, plataformas elevadas y una cascada de efectos especiales: columnas de fuego, ráfagas de pirotecnia, humo danzante y una iluminación milimétricamente coreografiada. Cada canción fue una escena distinta en una ópera apocalíptica.
Clásicos como ‘Cirice’ y ‘From the Pinnacle to the Pit’ fueron recibidos con euforia, mientras que estrenos como ‘Lachryma’ y ‘The Future Is a Foreign Land’ consolidaron su lugar en el canon de Ghost con autoridad. ‘Year Zero’ fue, como siempre, un punto álgido: invocadora, masiva, casi hipnótica. La oscuridad de ‘Darkness at the Heart of My Love’ contrastó con la contagiosa energía de ‘Rats’ y el bombardeo sensorial de ‘Mummy Dust’ acompañada, por supuesto, del ya tradicional lanzamiento de confeti dorado.
Forge, encarnando a su icónico Papa Emeritus IV, estuvo en control absoluto: su voz intacta, su carisma afilado y su interacción constante con el público demuestran por qué Ghost trasciende géneros y etiquetas. Entre canción y canción, soltó bromas en spanglish, referencias a su malestar gastrointestinal ‘¡Gracias por su paciencia! La venganza de Moctezuma me dio duro, pero hoy... ¡vamos a exorcizarlo juntos!’, y muestras genuinas de gratitud.
El encore fue una tríada explosiva. ‘Mary on a Cross’ desató una oleada de coros masivos, ‘Dance Macabre’ puso a todo el recinto a bailar con desenfreno, y ‘Square Hammer’ cerró con broche de oro una noche que será difícil de olvidar.
A pesar de la cancelación inicial, Ghost demostró que sabe reponerse, reinventarse y reconectar. La comunión entre banda y público fue total. Y en tiempos donde la inmediatez digital muchas veces empobrece la experiencia en vivo, la noche en el Palacio de los Deportes fue un recordatorio poderoso de lo que significa estar verdaderamente presentes. La banda no sólo ofreció un concierto, ofreció una ceremonia. Y México, como siempre, respondió con fervor.
Fotografías cortesía de OCESA.
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